Arrés

Se ubica sobre una cresta rocosa del Monte Cerbero, ejerciendo con su castillo de altiva atalaya desde la que se domina visualmente el Bailés y la Canal de Berdún. Situado a unos 500 m al sur del camino jacobeo, entre Samitier y Martes.

Aparece citado hacia el año 850, cuando una familia del lugar donó la tercera parte del término de Arrés al monasterio de Cercito. Sus monjes o sus herederos (San Juan de la Peña, 1071) debieron de fundar en esta parte la aldea de San Vicente de Arrés, sito a 800 m al oeste de Arrés, y documentado entre los siglos XII-XVIII.

Arrés fue villa real, con su castillo, su territorio y sus aldeas, y perteneció a la dote de la reina Ermesinda, que fue señora de Arrés (desde 1036). Después pasó al señorío laico y por sucesivas manos.

En el siglo XV el castillo debía estar en estado de abandono o derruido por las guerras. Un episodio bélico pudo destruirlo en 1413. En efecto, en el siglo XVI, en parte de su solar se construyó la nueva parroquial de Santa Águeda, la torre-campanario y la abadía, mientras que en la otra parte se reconstruyó la fortificación, pero empleando modelos tardo-góticos: una torre residencial palaciega y fortificada que aprovechó algunas murallas y cisternas antiguas, conservada en la actualidad.

Acercándose al llano y al Camino de Santiago, los de Arrés situaron el asentamiento de Santa Columba (siglo X), el molino (siglo X) y los corrales de Arrés, que pudieron corresponder a otra antigua aldea o villar, a juzgar por el cercano topónimo de manantial de Villalarro (trasposición de Villarraro):

– MONASTERIOLO DE SANTA COLUMBA DE ARRÉS

En el año 971 y en el siglo XI se documenta el monasteriolo de Santa Columba de Arrés, situado a 500 m al noroeste de Arrés, junto al Camino de Santiago. En él, algunos vecinos profesos compaginarían las tareas de monje y campesino con la atención al peregrino y al necesitado.

– ALBERGUERÍA DE SANTA COLUMBA DE ARRÉS

En el siglo XI el monasteriolo y otras propiedades en el lugar fueron adquiridas por el monasterio de Leire. Extinguida su vida monacal, los de Leire lo debieron reconvertir en un pequeño albergue, centro de acogida para pobres y peregrinos, delegado del cenobio navarro. Algún encargado o monje desplazado se encargaría de gestionar las rentas y la atención hospitalaria.